sábado, 4 de septiembre de 2010

España arroya a Liechtenstein por 4 goles a 0

El primer partido oficial de España como campeón de Europa y del mundo, campeón de todo, se solventó con un ejercicio de estilo de esos con los que otros sueñan y que son feliz rutina para este equipo sonriente. Porque la sonrisa es una seña de identidad tan importante para esta España como esa estrella que ya luce sobre su escudo. El partido, aunque oficial, no pasaba de trámite: el mejor equipo de la FIFA en campo del número 141 y menos ilusión en el ambiente que, aunque parezca una paradoja, el amistoso que se jugará en cuatro días. Porque éste pasaba por los pelos como partido oficial y el del martes en Argentina será más que un amistoso por escenario, rival y exposición mediática. Por eso, en esas circunstancias y con la temporada desperezándose, se agradece la perpetuación de una forma de entender el fútbol, se celebra que, en cualquier circunstancia y ante cualquier rival, España juega con la ideología y el ánimo intactos. Y por eso siempre hay motivos para sentarse a ver jugar a este equipo y para hacerlo tal y como ellos saltan al campo: con una sonrisa.

Liechtenstein es una de esas animosas cenicientas del fútbol europeo para las que nunca hay hada madrina. Eterna calabaza, festejó -equipo y público- la ocasión de recibir engalanada al campeón del mundo. Más autógrafos, flashes y aplausos que verdadera tensión competitiva. Once de sus 35.000 habitantes forman una selección que corre por el campo con ánimo pero sin muchas ganas de molestar, como quien ni se atreve a mirar los adornos de porcelana en casa ajena por miedo a que algo se rompa. Pocas patadas (apenas alguna aparatosa), muchos minutos con los diez jugadores comprimidos cerca del área y basculando de lado a lado y destellos de alegría cuando España le permitía tocar. Una trampa porque a cada estirón le seguía una retirada a la carrera ante las salidas a la contra de España, una hermosa tela de araña que llenaba el campo de autopistas imaginarias y triangulaciones de seda.

Con la victoria fuera de discusión, era un partido para recordar y soñar. Para recordar que, curiosamente, el camino de oro de España comenzó tras el fiasco del Mundial 2006 con un partido ante Liechtenstein en Badajoz. Por entonces el equipo era un enjambre de dudas y debates. Hoy es un bloque feliz que tiene al mundo rendido por su estilo y sometido por sus resultados. Porque España nunca deja de sonreír y porque dicen que la sonrisa es una fuerza vital que mueve lo inconmovible. Y porque con su forma de saltar al campo y entender el fútbol, y la vida, desmonta las teorías maquiavélicas de los resultadistas que no ansían nada más que el poder. Porque la belleza también es poder y la sonrisa es su espada.

Así que los aficionados acuden a la llamada de la selección sin importar el rival o las circunstancias. Porque saben que van a pasar cosas y que casi todas serán dulces. Porque saben que hasta en las circunstancias más intrascendentes quedarán destellos que perdurarán en su retina. Por eso el aficionado español se está acostumbrando a ir al estadio o sentarse ante la televisión con espíritu de traje de domingos y gesto de plácida complicidad: aficionados a lo Mona Lisa. Para recordar y para soñar. Recordar Viena y el Soccer City. Soñar con ser los primeros en ganar dos Eurocopas seguidas, en crear una verdadera dinastía con otro gran título: Eurocopa, Mundial, Eurocopa... y ese camino, aunque cueste desperezarse por la debilidad del rival, ha empezado hoy, 3 de septiembre, en Liechtenstein. El primer paso está dado con el equipo concentrado y feliz y Del Bosque poniendo el despertador de la competición con llamadas al goal average y diatribas contra el divismo y el champán descorchado a destiempo.

El partido fue un monólogo dirigido por el metrónomo de Xavi y embellecido por la lámpara mágica de Iniesta. Acorazados por la hiperactividad de Busquets y asociados con Xabi, Villa y Torres, el caudal de fútbol fue un goteo constante, una fina lluvia que caló y caló hasta empapar a Liechtenstein hasta los huesos. Cuatro goles y más de diez ocasiones rotundas. Superioridad absoluta. Taconazos, pases entre líneas, paredes, movimiento sin balón. Una sinfonía en la que los goles son más una consecuencia lógica que una obsesión. Cada vez que España pisaba el acelerador el juego se trasladaba al área de un rival que pasaba los vaivenes con paciencia estoica, encerrado en torno a la portería de Jehle, que alternó paradas de mérito y errores más o menos gruesos.

Torres se reencontró con dos goles, uno con un fino remate picado por encima del portero y otro, más suyo, con un golpeo seco al palo corto. Villa marcó uno desde fuera del área y pudo poner ya tierra de por medio porque tuvo otra media docena de ocasiones, las más claras un remate al larguero y una mala definición ante Jehle tras un servicio maravilloso de Iniesta. Silva remachó el resultado después de entrar en la unidad de reemplazo junto a Pedro, bullicioso como siempre, y un Cesc algo tímido. Y entre rondos, aplausos del público rival y ocasiones cada vez que le apetecía tenerlas, España cerró el partido y los primeros tres puntos en la ruta hacia Polonia y Ucrania. Una cita que todavía queda muy lejos pero que parece a la vuelta de la esquina para este equipo.

La suerte no es que la victoria no sea noticia, es que tampoco lo sea el ejercicio estilo, el gusto y el empaque de la selección española que le pone al fútbol magia y sonrisas y que camina feliz por la vida superando partidos y encontrando retos a la vuelta de cada esquina. Ahora, cubierto el expediente con un buen puñado de adornos, toca lucir palmito y agrandar la leyenda en Argentina, tierra sagrada de fútbol. Porque hay amistosos que forman parte de la memoria colectiva de los equipos, allá donde muchos partidos oficiales no llegan. Pero incluso en estos últimos España luce estrella, estilo y sonrisa. Que es la sonrisa de Xabi, la de Piqué, la de Xavi o Iniesta. Porque España demuestra que el que juega bien no se cansa de ganar y no a la inversa. Y porque, al fin y al cabo, la sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes.

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