miércoles, 14 de julio de 2010

Artículo de la llegada de David al aeropuerto de Asturias

Cansado pero sonriente. Feliz. Polo azul de manga corta, pantalón blanco y zapatillas de deporte. David Villa, el goleador español, el campeón del mundo, ya está en casa. Eran poco más de las nueve de la noche. «Vengo a descansar. Como en Asturias, en ninguna parte. Con ganas de ver a los amigos, a la familia y esas cosas...».

A las puertas del aeropuerto de Santiago del Monte le esperaban un pequeño grupo de familiares -entre ellos, Patricia, su mujer-, y amigos, y un numeroso ejército de periodistas. A ellos se unieron quienes se cruzaban con el Guaje. A ninguno le faltó un saludo, un posado para una foto, una firma para una camiseta. «Estoy cansado pero feliz, orgulloso de haber participado en esto. Lo del recibimiento en Madrid fue increíble. Qué cantidad de gente. Me entusiasmó. Todo lo que hemos hecho no ha servido sólo para que nosotros fuéramos campeones, sino para que todo el mundo se sienta orgulloso de ser español».

Como orgulloso se siente él. «Para mí, lo importante es que la selección fuera campeona. Lo demás, el ser máximo goleador o mejor jugador, es bonito pero secundario», señaló Villa, quien reitera su intención de descansar, pues fueron unos días duros. «Y para descansar para mí no hay sitio como éste, con los míos».

Mientras caminaba por los pasillos del aeropuerto no dejó de atender llamadas, de prestarse a fotos, de responder entrecortadas preguntas. Y de reconocer que desde Sudáfrica notó el apoyo que le llegaba desde Tuilla.

«Estuvieron durante todo el Mundial dándome muchísimo cariño», dice, y reconoce que por eso mismo tenía preparada una celebración especial para el día de la final. «Sé que para ver el partido ante Holanda se reunió muchísima gente en el campo. Quise dedicarles un gol a ellos, a todo el pueblo de Tuilla, pero no pudo ser. Pero sí tuve ocasión luego de celebrar la victoria en el campo con una bufanda del equipo que me había traído mi cuñado. Me sentí muy feliz, inmensamente feliz». Tanto, claro, como Tuilla, como Langreo, como Asturias entera.

Poco a poco consiguió David Villa llegar hasta la salida del aeropuerto. Allí más gente que le reconoce y que se acerca. Más fotos, más saludos, más firmas. Consigue alcanzar su coche, un A3 de color blanco, y subir en él con su mujer, Patricia, ejerciendo de copiloto. Camino a su casa de La Felguera, donde le esperaban sus padres y sus suegros.

Ahora tendrá ocasión de descansar, mientras que en Langreo quieren rendirle su particular homenaje. Sencillo pero sincero. Simplemente, que salga al balcón y salude. Habrá tiempo para ello, porque el Guaje nunca niega un saludo, ni una foto, ni una firma. Como ayer en Santiago del Monte.

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